¿Cómo administras tus posesiones?

Si les contara la cantidad de dinero que he desperdiciado en toda mi vida no me alcanzarían las entradas, honestamente he sido una pésima administradora de mis bienes. En el libro de Lucas, hay una parábola que Jesús le contaba a sus 12 amados discípulos; dónde relataba la relación de vida entre un amo rico y su mayordomo.

Un mayordomo, es aquella persona que gestiona los bienes de otros; es decir, este mayordomo, cuidaba las posesiones de su amo diligentemente para que no sufra algún fraude, y para que sean invertidas en actividades necesarias.

Un día, el amo rico recibió la noticia de que su mayordomo le disipaba sus bienes; un poco molesto, el patrón le llama para pedir rendir cuentas de su trabajo. El mayordomo al enterarse de aquel mandato, se angustió porque iba a ser despedido si le entregaba el informe, entonces dijo:
¿Qué haré ahora? Trabajar, no puedo, y pedir limosna, me da vergüenza. ¡Ah, ya sé!

Al mayordomo se le había ocurrido una estratagema que le ayudaría a conseguir techo y comida sin necesidad de trabajar luego del despido. Fue así que llamó a todos los deudores de su amo y les redujo fraudulentamente la deuda, para que luego éstos se hagan amigos de él y le deban un favor. Por consiguiente, cuando su patrón lo despidiera, pueda ir tras los deudores.

La parábola termina cuando el amo rico alaba la astucia del mayordomo, pero no para bien, sino para mal. Era la gran sagacidad de este hombre de utilizar las posesiones de su patrón para beneficio propio (el mayordomo fue muy astuto con dinero que no era suyo, prácticamente había robado).

Luego, Jesús les dice a sus discípulos: “Aquí está la lección: usen sus recursos mundanos para beneficiar a otros y para hacer amigos. Entonces, cuando esas posesiones terrenales se acaben, ellos les darán la bienvenida a un hogar eterno”.

Un versículo confuso, pues a primera lectura se piensa que Jesús aprueba la acción del mayordomo. Sin embargo, lo que Jesús está haciendo es dejar ver un hecho sin aprobar la conducta, y exhorta a los discípulos a ser sagaces como los inconversos, pero para la obra cristiana.

Además, llama al dinero “riqueza injusta” porque sencillamente no nos pertenece, ya que en la parábola: el amo rico representa a Dios y el mayordomo a los creyentes. Por lo tanto, todo lo que poseemos le concierne al Padre Celestial, nosotros sólo somos administradores de sus bienes, dones y talentos que él nos da.

Jesús animaba a sus discípulos a tener la misma astucia que tuvo el mayordomo infiel de la parábola; pero para las actividades de la obra de Dios. Usando las cosas materiales que tenemos, para invertirlas diligentemente en las misiones.

Yo batallo mucho con esto en relación a las ofrendas, hasta que un día un pastor de una iglesia dijo: “No vean a los cristianos (ujieres) como limosneros”, al principio me enardeció, porque entendía que estaba diciendo que poner poco dinero no estaba bien. Sin embargo, ya parecía aquellos que quieren interpretar la Biblia a su manera sin ayuda de Espíritu Santo; así que, después de un tiempo me hizo entender que dar lo que ‘me venga en gana’ sin pensar en la obra, no estaba bien. 

Hay mucha gente que no tiene nada y nosotros lo tenemos prácticamente todo, gracias a Dios; y no sentimos desperdiciar el dinero en caprichos triviales, en vez de invertir una parte para el prójimo; recuerda el segundo mandamiento más importantes es: “Ama al prójimo como a ti mismo”. 

Si nosotros hacemos una excelente gestión administrativa con los bienes terrenales, el Señor nos confiará los bienes espirituales. Un versículo claves es: “El que el fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que es en lo muy poco injusto, también en lo más es injusto”.

La palabra dice que es bueno poseer dinero, pero que el dinero no nos domine: Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero. Porque donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón.

Dios les bendiga.



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